Los idiomas siempre me han gustado, se me han dado bien y poder comunicarme en varias lenguas me parece primordial a la hora de un entendimiento con personas de otras culturas. El que el español sea mi idioma materno y tenga un dominio sobre él, no quiere decir que pueda enseñarlo a otras personas que estén interesadas.

De todo esto me di cuenta cuando un vecino, estudiante de instituto, me pidió que le ayudara con su asignatura de español. El sacó adelante su asignatura pero yo me quedé con un sabor agridulce. La parte dulce, obviamente, fue que el muchacho aprobó la asignatura de español pero la parte agria era la de no estar a gusto con el desarrollo de las “clases” y sobre todo la sensación de que podía dar más de mí.

Después de realizar la formación de profesor y de ponerla en práctica, la sensación es bien distinta. Porque enseñar una lengua no es encajonarse en una didáctica y aplicarla sin más, para nada, la didáctica vive y se mueve, se desarrolla y evoluciona, y nosotros formamos parte de ella porque en un momento dado así lo decidimos. Pero cuidado, para que la enseñanza siga viva y con ella su desarrollo y evolución, no hay que pararse y conformarse, hay que seguir formándose para que este engranaje siga funcionando.

Seminarios, talleres, cursos presenciales, cursos on-line, la propia investigación, la observación, además de otras fuentes, son parte no sólo de mi formación como docente si no también de ese desarrollo de una lengua que tan importante es. O lo que es lo mismo, la necesidad de formación no sólo para la persona, si no también de la materia que impartimos. Nuestra formación, nuestro reciclaje hace que la lengua se vaya desarrollando. Es tan sencillo como plantearse si hoy se habla el mismo español que hace 500 años. La respuesta es obvia, no. ¿Se hablará el mismo español dentro de otros 500 años? No. Y la razón es porque al tener esa necesidad de formarnos, hacemos que el idioma siga desarrollándose, siga evolucionando, siga formándose.

La realización de este curso me ha abierto una frontera que no era tal. La docencia no es tan tediosa como yo pensaba, todo lo contrario. Y poder compartirlo con otros docentes es fundamental. Es increíble lo que se aprende en un intercambio de experiencias con otros profesores. Pero hay algo muy especial en todo esto, ver como los alumnos evolucionan, eso no tiene precio.
Ayer tomé parte en uno de los seminarios que el Instituto Cervantes en Viena ofrece durante el curso lectivo 2012/2013, “La observación de clases como herramienta de desarrollo profesional”, impartido por Elena Verdía, jefa del departamento de formación de profesores del Instituto Cervantes de Madrid. La conclusión es que mi saquito de conocimientos como docente se va, más que llenando, enriqueciendo. El saquito no lo cerraré nunca y quién sabe, igual le puede servir a alguien, al menos eso espero. Lo mejor de todo es que seguiré formándome.