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La supervivencia del idioma español

Mientras que el Presidente de EE.UU. Barack Obama, o el
alcalde de Nueva York, Michael Bloomberg, hacen sus pinitos y lanzan sus discursos en español en plenas campañas políticas, en el Parlamento Español tenemos que pagar interpretes para entender lo que muchos de nuestros Diputados nos cuentan utilizando el euskera, el catalán o el gallego.

Tenemos que agradecer la supervivencia y progresión del español a los hispanoparlantes. Gracias a los hijos de la conquista y la colonización de aquellos españoles que sintieron el orgullo de serlo y que fueron los difusores y expansores de nuestra lengua allende los mares.
Son duros tiempos para el español en España. Hace mucho que nuestra lengua claudicó en pro de los anglicismos. La pérdida de la ñ en los teclados de la era de la informática, marca como una cruz en el camposanto, la muerte de nuestra idiosincrasia.

La falta de uso de la lengua ha llegado a extremos tales que se
sustituyen palabras y expresiones perfectamente inteligibles y
vivas en el español por sus homólogas o parecidas en inglés.
Incorporamos palabras extranjeras para sustituirlas por palabras que ya tenemos en el arraigo de nuestra lengua.

Ni que decir tiene que en el mundo del presente/futuro que nos rodea y más concretamente en lo que se refiere a las nuevas tecnologías, solo podemos referirnos a los objetos que nos rodean en inglés y se está acaparado todo su desarrollo por anglicismos que solo los hispanoparlantes americanos se atreven a españolizar. (Pendrive, software, hardware, e-mail, web, etc,
etc).
Ejemplos tales como – está cool, sustituyendo a (está guay, está super, está del diez, etc, etc) o - vámonos de party o weekend, sustituyendo a (vámonos de fiesta o vámonos de finde) están empobreciendo enormemente nuestra lengua.

Está claro que todo es una moda que afecta también al habla y a las tendencias lingüísticas. Parece ser que el usar una especie de spanglish hace que algunos se sientan por encima de los otros, superiores al resto y más a la “última”.
Lo peor de todo es que esto no solo se circunscribe a una moda localizada en la calle, sino que también se apodera del mundo “culto” de nuestro país: telediarios, prensa escrita y sectores tales como la enseñanza, donde se deberían controlar este tipo de aspectos por el bien de nuestra lengua, se ven seriamente afectados por la colonización de los anglicismos en nuestro
idioma vivo del día a día.


El problema radica en que no terminamos de darnos cuenta de que vivimos en un país mucho más atractivo de lo que pensamos y que éste es mucho mejor en muchos aspectos, que aquellos otros a los que les hacemos la ola y casi envidiamos. No se está orgulloso de ser español en el plano general de nuestra nación y menos en el contexto moderno y joven de nuestra generación.
Incluso me atrevería a decir que, en algunos casos, existen serios complejos por serlo. Se tiene tan a bien demostrar que somos antiespañoles, que llevamos de forma natural y cómoda, camisetas con banderas de Inglaterra, EE.UU. y cualquier otro país que no sea el nuestro y si por algún motivo se exhibe una bandera de España, son los propios españoles los que denigran e
insultan a quienes se atreven a ostentar tal símbolo de españolidad llamándolos fascistas, fachas o cosas por el estilo.

El resultado es que, en un plano general, se está perdiendo el ya de por sí escaso orgullo de ser español y con ello el orgullo lingüístico del Español como lengua. Asestamos un duro golpe a su supervivencia cada vez que sustituimos una palabra de nuestro español por otra en lengua inglesa.

Como se explica que el español, siendo la segunda lengua más hablada del mundo, con más de cuatrocientos millones de hablantes y solo superada en número por el chino mandarín, no sea respetada por los propios españoles como una de las lenguas de mayor importancia y valor lingüístico a nivel mundial. Cómo es posible que se prefiera sustituir por otra foránea y de menor
envergadura como es el inglés. Aunque muchos no se lo terminen de creer, en este país tenemos muchos referentes de gran importancia y a veces los más importantes en muchos y muy diferentes campos, y sin embargo nos invade una extraña sensación de complejo frente a lo extranjero que nos lleva a creer, equivocadamente, que todo lo que viene de fuera es siempre mejor que lo que tenemos aquí.

La lengua no es una excepción, llegando a considerarse por muchos, como un idioma menos musical que el inglés y nada más lejos de la realidad ya que su musicalidad depende de la entonación que le queramos dar. Ejemplos como “Shakira” se bastan por sí mismos para entenderlo. El mundo de los musicales
es el inglés. Si se tradujeran al español la mayoría de las letras del cancionero inglés, se constataría la cursilería y ripios que en la mayoría de los casos contienen, pero a diferencia de la autocrítica destructiva que tienen los españoles para con su propia lengua, los angloparlantes prefieren cantar y contar cualquier cosa -por cursi que resulte- siempre que sea en su
lengua por la facilidad que esto les ofrece, antes que plantearse mejorarla expresándola en cualquier otra lengua. Mi teoría es que, uno de los motivos por los que géneros musicales como La Zarzuela, han quedado anquilosados en el tiempo y agonizan manteniéndose en la supervivencia de algunas subvenciones, es porque este género solo se canta en español. Como prueba de lo expuesto, pongo como ejemplo a su “hermana mayor” llamada Opera que, siendo igual o más cursi y pudiendo estar mucho más anticuada, se le alaba y aplaude el género calificándolo de culto.

Ni que decir tiene que la mayoría de éstas se cantan en otros idiomas como pueden ser el italiano, alemán, francés, etc, etc. Todo lo anteriormente expuesto en relación a la música, nos vale también para el ámbito deportivo, donde nuestros brillantes compatriotas deportistas, como los laureados Nadal, Alonso, Gasol, etc, etc, triunfan por el mundo. Entendemos que a la hora de subir a los podios como ganadores indiscutibles, se comuniquen, si quieren, en inglés, sobre todo en aquellos ámbitos de habla anglosajona donde ganan y juegan pero, ¿por qué no ofrecernos sus discursos en español..?, ¿por qué no realizar una traducción o un segundo discurso en inglés como SEGUNDA
lengua, por qué no anteponen su discurso en su lengua materna..?
Solamente con la importancia del español en el mundo y con el número de hispanoparlantes que siguen estas pruebas, esto se justificaría por sí mismo.
Por último, dentro del campo deportivo, tenemos que hacer alusión a la actual elección de la sede de los próximos Juegos Olímpicos 2020, con Madrid como una de las propuestas ganadoras. Dicha elección se celebra en Buenos Aires, Argentina. País hermano, de habla hispana, donde los 97 miembros del Comité Olímpico tendrán que escuchar las propuestas de las Delegaciones de los tres países finalistas: España, Turquía y Japón. Pues bien, hoy anuncian con gran entusiasmo los medios públicos de TV Española que Pau Gasol, estrella y parte de la Delegación española que participa en la defensa de la candidatura
de Madrid 2020, realizará su discurso en INGLÉS (al igual que todo el resto de la Comitiva) y ante los miembros del Comité Olímpico Internacional. Erróneamente se vuelve a incurrir en la equivocación constante de denostar al español no dándole el protagonismo que en realidad tiene ante mundo. Nuevamente nos volvemos a auto-devaluar y a conceder gratuita y
voluntariamente que el inglés sea la lengua internacional de comunicación, haciendo que el Español pierda la oportunidad de laurearse en los podios más altos a los que los españoles lo han llevado.

En el campo de la política europea también se da, tristemente esta consideración, ya que las lenguas oficiales de la propia E.U. (Unión Europea), son el francés, el inglés y el alemán, de manera que toda la documentación que generan y los temas que en ella se tratan se editan solamente en estos tres idiomas oficiales.

¿Dónde queda la importancia del español y del número de hablantes a quién representa?, ¿dónde su difusión mundial…?

Nuestros políticos, lejos de defender el puesto que le corresponde, consideran que no es necesario incluirla entre las lenguas oficiales porque ellos son tan “cultos” que saben idiomas y por tanto, no les preocupa el tema. No tienen en consideración a aquellos españoles que no dominan otras lenguas extranjeras,
creyendo en consecuencia que si no las tienen, no tienen ni el porqué ni la necesidad de leer ningún documento oficial europeo -salvo aquellos que ellos estimen oportuno traducir al español. Esto denota un dominio sobre el resto al posicionarlos en condiciones inferiores a ellos.

De todas formas, en lo referente al número de españoles que hablan una segunda lengua como pueda ser el inglés, se dice que es muy bajo pero si se hace la comparativa inversa, se puede constatar que el mundo anglosajón en relación a una segunda lengua como pueda ser el español, es infinitamente más bajo en dicho porcentaje de dominio y conocimiento. Solo basta realizar
un viaje a nuestro vecino país del Reino Unido, para comprobar el escaso número de ingleses que hablan o entienden el español, con ello constataríamos de ipso facto que ese número es mucho menor al que proporcionalmente se da en el caso inverso –ingleses que hablen el español-. Ni siquiera en instituciones, centrospúblicos y privados como aeropuertos, hospitales o estaciones de transportes, etc, etc.. podríamos orientarnos y/o comunicarnos en español ni remotamente en forma parecida a la que en España se ofrece al inglés y a otras lenguas extranjeras minoritariamente habladas en número en el mundo y para las
cuáles sí disponemos de traductores y señalizaciones públicas y privadas en sus propias lenguas que les facilitan la estancia sin tener que esforzarse en tener que aprender y utilizar nuestra lengua.

Deberíamos usar, cuidar y defender más nuestra propia lengua ya
que tenemos un vocabulario con gran acervo cultural, que se asienta en la Historia y cuyas raíces latinas contienen
expresiones aún vivas y otras que evolucionan día a día, y que no
tienen la necesidad de tomar “prestadas” ninguna de las palabras que componen otras lenguas tales como el inglés, para sustituir la definición de ninguna de sus expresiones ni emociones. Se los dice alguien no sospechoso de hablar desde el recelo que pueda dar el desconocimiento de inglés, ya que soy Filólogo de Inglés, y desde la autoridad que puede darme el conocimiento de esta materia, aprovecho la ocasión para reiterar mi desacuerdo con la
extendida valoración que les dan los españoles a la enseñanza que puede impartir un nativo en materia de lengua.


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