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Lo que se siembra, se cosecha: profesores de español

A veces como profesores nos sentimos perdidos ante el gran número de pautas, reglas, objetivos, contenidos y metodologías que hemos de seguir para poder llevar a cabo un curso escolar. Es imprescindible tener en cuenta unos simples pasos que, si
desarrollamos correctamente, conseguiremos sacar adelante nuestro objetivo principal:

Que nuestros alumnos aprendan y cumplan nuestros objetivos.
Para ello vamos a intentar entender la educación como un proceso de cultivo en el que nosotros, como “agricultores” necesitamos seguir una serie de pautas o instrucciones para cumplir nuestro objetivo principal: Producir una cosecha con el ?n de abastecer a una sociedad.

Y para cumplir dicho objetivo seguiremos las siguientes instrucciones:

1. Lo primero que tenemos que saber es dónde vamos a plantar nuestras semillas y cómo es el suelo donde las vamos a plantar, ya que es posible que nuestras semillas no se adapten a nuestro tipo de suelo por lo que deberemos buscar diferentes medios y técnicas para que esto no ocurra. En educación nos referimos al contexto del centro.

2. Una vez conocemos el tipo de “suelo” donde plantaremos nuestras semillas, nos surge otro problema: y es que ni todas las semillas son iguales ni vienen del mismo lugar. Lo único de lo que estamos seguros es de que nuestras semillas tienen más o menos unas características comunes (todas necesitan riego y sol). Se trata del contexto de grupo.

3. Una vez hemos plantado nuestras semillas tendremos que conocer las pautas que se deben seguir para conseguir nuestro principal objetivo: que produzcan cosecha para abastecer a la sociedad. Estas pautas, en educación, se conocen como Leyes Educativas.

4. Una vez que conocemos esas pautas o reglas a seguir para nuestro correcto cultivo, nos surge otro problema: y es que, aunque sabemos que nuestro principal objetivo es que al ?nal de todo el proceso nuestras semillas tendrán que darnos una cosecha, debemos además tener en cuenta otros objetivos que deben ir cumpliendo a lo largo de su desarrollo: que germinen correctamente, que crezcan sin malezas ni plagas y que su
producción sea, no buena, si no la mejor. Y la labor del agricultor (profesor) es ayudar a que se cumplan estos objetivos.

5. Una vez que conocemos a la perfección los objetivos que deben cumplir nuestras semillas, necesitaremos saber qué instrumentos o material usar para que se cumplan esos objetivos. Por ejemplo, sabemos que uno de los objetivos que queremos conseguirles que crezcan sin plagas. Para ello, el instrumento que deberemos usar será plaguicidas.

Si extrapolamos estos instrumentos hacia la educación, estaríamos hablando de los contenidos.

6. Aunque conocemos los contenidos que tenemos que dar a nuestras semillas, nos surge otro nuevo problema: ¿Cómo y cuándo tenemos que darle esos contenidos? Por ejemplo, sabemos que para que nuestra semilla crezca sin plagas tenemos que echarle plaguicida, pero si nos pasamos con la cantidad quizá se queme, y si echamos menos de la cuenta no va a hacer efecto y se va a infectar, por lo tanto, necesitamos saber la cantidad adecuada de plaguicida y por supuesto, también de herbicida, de agua. de Sol, etc. Por lo tanto, necesitaremos seguir unas pautas de actuación para que los contenidos puedan cumplir los objetivos, es decir, necesitamos una metodología.

7. El siguiente problema que se nos plantea es este: Sabemos que como normal general, al regar nuestras semillas y al darle el Sol estas crecerán y formarán su fruto. Pero ahora bien, ni todas las semillas que tenemos van a darme el mismo fruto, ni todas habrá que cuidar de la misma forma, es decir, cada semilla es diferente la una a la otra: (una dará habichuelas, otra tomates, y otra peras), por lo tanto, en cada una tendremos que seguir unas pautas de actuación diferentes para que al ?nal del proceso todas consigan el objetivo principal. Si llevamos este concepto al campo de la educación, se traduce en lo que llamamos atención a la diversidad.

8. Una vez han pasado los meses correspondientes y nuestras semillas han dado su fruto, ya solo falta saber si los frutos que han dado son buenos o no para poder hacer la cosecha. ¿Y cómo averiguamos esto? A través de un método al que llamamos
evaluación en el que comprobaremos que efectivamente, si el fruto ha salido correctamente, signi?ca que todos los contenidos que hemos proporcionado a la semilla los ha asimilado bien y por lo tanto ha cumplido los objetivos que habíamos ?jado. Esto
quiere decir que nuestra semilla, ya convertida en fruto, podrá ser usada para abastecer a la sociedad.Como conclusión cabe decir que no importa de donde venga nuestra “semilla”, que cuidados necesite o que problemas nos pueda dar, sabemos con certeza que si la cuidamos correctamente usando todas estas pautas señaladas anteriormente, obtendremos ?nalmente la cosecha que abastecerá a nuestra sociedad.


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