La experiencia de convertirme en educadora, un viaje excepcional que empezó en agosto de 2007 cuando llegué a la ciudad de Abu Dhabi, la capital de los Emiratos Árabes Unidos, me ha dado además de una nueva carrera, una nueva visión de la importancia de la educación y del rol de los educadores. Hasta ese momento no había medido el impacto que puede tener el maestro en la vida de una persona. En el colegio donde trabajo hay un cartel donde dice algo así como “a single teacher can shape a child, a child can shape the world” (un solo profesor puede moldear a un niño, un niño puede moldear el mundo).

Los educadores nos desenvolvemos en un ambiente de constate cambio, pero creo que tenemos una responsabilidad aún mayor a la de formar personas con conocimientos y habilidades que aporten elementos positivos a nivel individual y de comunidad. Esta responsabilidad mayor es la de formar personas con valores como el respeto, la aceptación o la tolerancia, por mencionar algunos.

Estos valores están inmersos en nuestro trabajo en todo momento. Es una parte tan natural en nuestro día a día que a veces olvidamos su importancia. Somos nosotros, los profesores de lenguas, los que estamos en constante contacto con personas de otras culturas, países y realidades y a la vez, nos convertimos en el nexo entre nuestros estudiantes y nuestra propia cultura.

Por otra parte, este elemento está absolutamente reconocido y desarrollado en el método comunicativo, donde el componente cultural está siempre presente, presentando inmensas oportunidades de encuentro y apreciación de algo que es diferente a nuestra realidad y también de aquello que tenemos en común con otros.