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Aprender adverbios en el curso de español: una actividad diferente

Hace un tiempo leí un fragmento de la obra “Palinuro de México”, de Fernando del Paso, que me llenó de emoción. Y curiosamente, unos años más tarde, haciendo el curso de profesores de español, el texto volvió a mi memoria y lo utilicé para diseñar una actividad. En esta entrada del blog explico cómo se puede utilizar el fragmento “hacíamos el amor” para introducir la formación de adverbios terminados en –mente a partir de adjetivos. Es un ejercicio que puede implementarse fácilmente en cursos de nivel B1 o B2.

Para empezar, se pregunta a la clase si se conoce alguna obra literaria o relato erótico en español. A continuación se reparte el fragmento “hacíamos el amor” del Palinuro de México (Fernando del Paso, 1976) y se dejan unos minutos para leerlo individualmente, o bien se puede leer entre todos en voz alta. El fragmento se encuentra en el anexo de esta entrada al blog. Una vez leído el texto, se discute el significado del texto en la clase. Se pueden plantear varias preguntas, por ejemplo: ¿qué explica Fernando del Paso en este fragmento? ¿Cuál creéis que es el tema principal del libro del Palinuro de México? Se puede aquí introducir una breve descripción de esta obra literaria y la situación en que se ambienta.

Esta obra es de hecho un relato más bien político, influida por el ambiente revolucionario estudiantil de los años sesenta del último siglo en México; sin embargo, el autor desarrolla un rico ejercicio verbal, del cual el fragmente “hacíamos el amor” es un bonito ejemplo.

Luego pasamos a estudiar un punto concreto del texto, iniciando esta fase con la pregunta: ¿Qué es lo que se repite constantemente en el texto? Cuando la discusión recaiga sobre los adverbios en –mente, se propone buscar en parejas todos los adverbios en –mente que se encuentren en el texto. A continuación, se aclara la formación de adverbios a partir de adjetivos y se puede discutir oralmente el significado de los adverbios encontrados. Una ventaja del texto en este punto es que varias oraciones ofrecen una explicación o contexto para entender el significado de los adverbios presentes sin necesidad de recurrir a un diccionario. Se puede mencionar también la diferencia entre los adverbios de modo (como “voluntariamente”) y los temporales (como “diariamente”).

Para consolidar el aprendizaje, se pregunta a la clase: ¿Sobre qué otra actividad cotidiana se podría producir un texto parecido, lleno de adverbios? Se puede hacer una lista en la pizarra con ideas. A continuación se propone a los alumnos escribir un texto individualmente sobre una de las actividades cotidianas recogidas, poniendo atención en introducir tantos adverbios como sea posible. Los textos, preparados en casa o en la clase pueden después exponerse en las paredes de la clase o bien ser recitados oralmente en un improvisado “certamen de poesía”.









ANEXO

Palinuro de México (Fernando del Paso, 1976)

Fragmento


Ella y yo hacíamos el amor diariamente.
En otras palabras,
los lunes, los martes y los miércoles
hacíamos el amor invariablemente.
Los jueves, los viernes y los sábados
hacíamos el amor igualmente...
Por últimos los domingos
hacíamos el amor religiosamente.
Hacíamos el amor compulsivamente.
Lo hacíamos deliberadamente.
Lo hacíamos espontáneamente.
Hacíamos el amor por compatibilidad de caracteres,
por favor, por supuesto, por teléfono,
de primera intención y en última instancia,
por no dejar y por si acaso,
como primera medida y como último recurso.
Hicimos también el amor por ósmosis y por simbiosis:
a eso le llamábamos hacer el amor científicamente.
Pero también hicimos el amor yo a ella y ella a mí:
es decir, recíprocamente.
Y cuando ella se quedaba a la mitad de un orgasmo
y yo, con el miembro convertido en un músculo fláccido no podía llenarla
entonces hacíamos el amor lastimosamente.
Lo cual no tiene nada que ver con las veces en que yo me
imaginaba que no iba a poder, y no podía,
y ella pensaba que no iba a sentir, y no sentía,
o bien estábamos tan cansados y tan preocupados que ninguno de
los dos alcanzaba el orgasmo.
Decíamos, entonces,
que habíamos hecho el amor aproximadamente.
O bien a Estefanía le daba por recordar las ardillas que el tío Esteban
le trajo de Wisconsin
que daban vueltas como locas en sus jaulas olorosas a creolina,
y yo por mi parte recordaba la sala de la casa de los abuelos,
con sus sillas vienesas y sus macetas de rosas,
esperando la eclosión de las cuatro de la tarde...
así era como hacíamos el amor nostálgicamente,
viniéndonos mientras nos íbamos tras viejos recuerdos.
Muchas veces hicimos el amor contra natura
a favor de natura,
ignorando a natura.
O de noche con la luz encendida,
o de día con los ojos cerrados.
O con el cuerpo limpio y la conciencia sucia.
O viceversa.
Contentos, felices, dolientes, amargados.
Con remordimientos y sin sentido.
Con sueño y con frío.
Y cuando estábamos conscientes de lo absurdo de la vida,
y de que un día nos olvidaríamos el uno del otro,
entonces hacíamos el amor inútilmente.
Para envidia de nuestros amigos y enemigos,
hacíamos el amor ilimitadamente, magistralmente, legendariamente.
Para honra de nuestros padres, hacíamos el amor moralmente.
Para escándalo de la sociedad, hacíamos el amor ilegalmente.
Para alegría de los psiquiatras, hacíamos el amor sintomáticamente.
Y, sobre todo, hacíamos el amor físicamente,
de pie y cantando,
de rodillas y rezando,
acostados y soñando.
Y sobre todo,
y por la simple razón
de que yo lo quería así
y ella también,
hacíamos el amor...
voluntariamente.


Fernando del Paso


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