Me gustaría empezar mi aportación con un proverbio hindú que me transmitió una vez una
profesora de lengua que tuve en la Universidad: «Con mis maestros he aprendido mucho; con mis colegas, más; con mis alumnos, más aún.».

Yo comparto esta visión porque el proceso de enseñar está íntimamente ligado con el de aprender ya que los dos se funden y se confunden de una manera
infinita que no cesa jamás.

Me siento a gusto entre letras. Pertenezco a una sociedad bilingüe ?la catalana? y amo las dos
lenguas por igual. Empecé a estudiar Lengua y literatura catalanas en la Universidad con la clara intención de dedicarme a la enseñanza. ¿Por qué? Esa es una buena pregunta, sobretodo teniendo en cuenta mi poca experiencia en la docencia y mi talante tímido e introvertido. Pues bien, la respuesta
más sincera que puedo dar es que tengo la necesidad interior de ayudar a otras personas a aumentar
sus conocimientos lingüísticos y de poner mi grano de arena en el proceso de aprendizaje de todos
ellos, como tantos profesores y profesoras han hecho conmigo a lo largo de mi vida. Me satisface
plenamente la idea de entrar en un aula y participar junto a mis alumnos en todos los entresijos,
misterios y detalles mágicos de la lengua, de hacerles nacer un interés y un respeto por ella que
siempre los acompañe. Compartir mi pasión por las letras.

Conocer bien nuestras lenguas ?y otras también? es un privilegio, un síntoma de mente abierta y
de conocimiento pero también es una buena herramienta para conseguir muchas otras cosas, además de representar un pilar fundamental de nuestra sociedad que nos cohesiona y nos hace ver quienes somos, en realidad. Poder conseguir el trabajo de nuestros sueños es una de esas cosas y de eso va mi memoria a la que he titulado El entorno laboral como unidad didáctica.

Aunque no pretendo hablar sobre mi memoria sí quiero decir que si hay algo que me ha quedado
muy claro después de haber realizado este curso ?y que ya había intuido cuando realicé una
asignatura sobre el aprendizaje de la lengua en la Universidad? es que hay que mantener viva la ilusión en los alumnos, escuchar sus sugerencias y realimentar su motivación con la del profesor..

La persona que enseña ha de ser un guía ?casi espiritual? para que los alumnos construyen su propio
camino de aprendizaje y puedan autoevaluarse de una forma sincera. Que lleguen a la clase
motivados, ansiosos de tomar las letras, combinarlas y convertir todo ello en mensajes útiles y reales, propios de la lengua que intentan aprender y que ellos pueden transformar en uno de sus propios sistemas de comunicación.