Mi experiencia en las aulas de secundaría (como alumno o como profesor) me ha convencido paulatinamente de que la educación y los métodos actuales de enseñanza están totalmente desfasados. Tenemos que virar drásticamente todo el aparato educativo si se quiere progresar. En lo que se refiere a la enseñanza de una segunda lengua es muy evidente: ¿Por qué se enseña inglés durante todas las etapas educativas, desde infantil hasta bachillerato, y menos de un veinte por ciento lo habla al acabar su educación? Una respuesta fácil y simplista es que se enseña mucha gramática, mucha teoría que luego no se puede poner en práctica. En España todas las películas que se ven por la televisión están dobladas al castellano. En mi opinión, este hecho hace que la mayoría de los alumnos no ponga en práctica los conocimientos teóricos adquiridos en la escuela, además de perderse la mitad de la interpretación de los actores doblados, entre muchas otras cosas.

Pero no creo que lo señalado anteriormente sea la única razón de que la mayoría de la gente no hable ni entienda el inglés. Otro defecto de la educación son las metodologías clásicas de enseñanza. Desgraciadamente y a pesar de las apariencias, en la mayoría de las aulas españolas el profesor llega y da su clase magistral soltando el consabido discurso a los alumnos. Luego, si el alumno hace el esfuerzo de memorizar lo que ha dicho el profesor, aprueba el examen. Al cabo de unos años, si el alumno no ha profundizado en el tema, no se acuerda de nada de lo que ha estudiado, ya sea saber como transcurrió la guerra de sucesión española, ya sea formar el tercer condicional de una oración en inglés. Esto prueba que algo no funciona. Podríamos empezar cambiando radicalmente el sistema de evaluación, eliminando la forma clásica de examinar.

Con la enseñanza de una segunda lengua tenemos la oportunidad de interactuar con los alumnos, provocando el máximo posible de situaciones reales. Evidentemente se tiene que fomentar el esfuerzo, pero en mi opinión, eliminando el tipo de tensiones creadas por los exámenes que, a la larga, distorsionan el proceso de aprendizaje. Por esa razón la tarea del profesor sería evaluar a sus alumnos día a día, sin ningún tipo de examen clásico, teniendo muy en cuenta las evaluaciones de carácter cualitativo y menos las de carácter cuantitativo. Al fin y al cabo, sólo podemos aprender una lengua si la utilizamos constante y continuamente.