Para enseñar hay que servir. Hay que estar dispuesto a ofrecer tus conocimientos a los demás. Es un acto de generosidad que no todo el mundo puede asumir y que no todos están dispuestos a aceptar.

Trasmitir conocimientos supone además, tener la certeza de que son captados por el destinatario y de que serán de utilidad en un momento dado. Si esto no se consigue, no se está enseñando. La labor de un profesor es también la de crear en el receptor el interés necesario para que se asimile el contenido, el mensaje. Si esto no se consigue, si no se conecta con el receptor, tampoco se estará enseñando.

Para aprender todo el mundo sirve. Cada persona encuentra siempre algo de lo que quiere aprender; siempre es más difícil encontrar a alguien que quiera enseñar. Para una persona que quiere enseñar es un privilegio encontrar a una persona que quiera aprender, y si en algún momento puedes hacer de esto tu trabajo, la satisfacción pasa a ser infinita. Hay pocas cosas más gratificantes que ayudar a otra persona a desenvolverse en la vida, sea en el aspecto que sea. Dedicar todo tu tiempo a ello debe ser la mejor de las recompensas para el que le guste enseñar y, por supuesto, para quien sirva para ello, si no las recompensas serán otras.
Cursos como éste (Curso de profesores ELE) hacen que te des cuenta de si realmente quieres enseñar y de si tienes aptitud. Te dan la oportunidad no sólo de especializarte en un determinado ámbito de la enseñanza, si es que ya te dedicas a ello, sino de poder reorientar tu carrera profesional y dar ese paso para poder dedicarte a lo que realmente te gusta y que tantas veces has pensado y deseado hacer. Si cuanto más aprendes sobre la enseñanza más convencido estás de que ése es tu sino; si cuanto más enseñas más seguro estás de que ése es tu cometido; si enseñando sientes algo parecido a la felicidad; si recibes una satisfacción personal por ello que te hace incluso parecer egoísta; si logras transmitir a los alumnos la satisfacción de aprender, resulta que has encontrado tu camino.