Mi nombre es Diego Francisco Carrión Garay, y recientemente he concluido un proceso formativo que ha consolidado mi visión como profesor de español como lengua extranjera. Aunque acabo de finalizar un curso de especialización en didáctica ELE, llevo más de diez años enseñando español en Turquía, en cuatro colegios diferentes, tanto internacionales como privados, con estancias prolongadas de al menos tres años en cada institución. Esta experiencia multicultural y diversa ha sido el terreno ideal para poner a prueba, contrastar y afianzar las ideas pedagógicas que hoy definen mi práctica.

A lo largo de este recorrido, he descubierto que la didáctica del español no puede reducirse a una enseñanza centrada en la gramática o en listas de vocabulario. Aprender una lengua es, sobre todo, aprender a usar esa lengua para comunicarse con otros en contextos reales y significativos. En este sentido, el enfoque comunicativo se ha convertido en el pilar de mi concepción docente: no como una moda metodológica, sino como una forma de entender el acto de enseñar y aprender desde la acción, la interacción y la intención comunicativa.

Inspirado en los principios del Marco Común Europeo de Referencia, el enfoque comunicativo pone en el centro la competencia comunicativa, entendida como la capacidad de usar la lengua no solo con corrección gramatical, sino también con adecuación, fluidez y eficacia en contextos sociales diversos. Esto implica trabajar con los estudiantes no solo la lengua, sino también las habilidades para negociar significados, resolver malentendidos, compensar lagunas lingüísticas y actuar con competencia intercultural.

Durante mi formación, he aprendido a diseñar tareas comunicativas en las que los estudiantes tienen que resolver problemas, tomar decisiones o crear productos concretos utilizando el español como herramienta. Actividades como simular entrevistas, preparar presentaciones, crear podcasts, escribir correos reales o debatir en clase permiten que la lengua deje de ser un objeto de estudio y se convierta en un medio para actuar en el mundo. En estas tareas, la interacción auténtica es clave: los estudiantes aprenden porque tienen una necesidad real de expresarse, comprender, colaborar y reaccionar.

Además, el enfoque comunicativo redefine el papel del docente: ya no como transmisor de conocimiento, sino como facilitador, guía y diseñador de experiencias de aprendizaje. Este nuevo rol me ha motivado a escuchar más a mis estudiantes, adaptar los contenidos a sus intereses y fomentar un ambiente afectivo positivo donde el error sea entendido como parte natural del proceso.

En este marco, considero fundamental integrar prácticas de retroalimentación constante, no solo como corrección, sino como acompañamiento reflexivo que permita a los estudiantes tomar conciencia de sus logros y áreas de mejora. La retroalimentación eficaz no se limita a señalar errores, sino que orienta, sugiere estrategias, ofrece alternativas y, sobre todo, empodera al estudiante en su propio proceso de aprendizaje.

Junto a esto, valoro enormemente el uso de la autoevaluación, especialmente en contextos donde se promueve la autonomía y la responsabilidad. Fomentar que el estudiante evalúe su progreso, reconozca sus avances y establezca metas personales contribuye a una mayor implicación y compromiso. La autoevaluación, cuando se guía adecuadamente, no solo mejora el rendimiento, sino que fortalece la metacognición y la autorregulación del aprendizaje.

En mi práctica en Turquía, he comprobado que este enfoque es especialmente eficaz con estudiantes plurilingües y pluriculturales, como los que he tenido en mis clases. El español se convierte en una herramienta para abrirse al mundo, descubrir otras formas de ver la realidad y conectar con personas más allá de las fronteras lingüísticas.

Con esta aportación no solo deseo compartir una visión, sino también reafirmar mi compromiso como docente: seguir aprendiendo, seguir creando y seguir contribuyendo a una didáctica del español centrada en las personas, en la comunicación real y en el desarrollo integral de los aprendientes.