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Mi experiencia como profesora de español en Inglaterra: un punto de vista crítico

Soy licenciada en Filología Inglesa y cuando decidí dejar España e ir a Inglaterra para trabajar como profesora de español, llegué con muchas ganas, con mucha energía y dispuesta a enseñar todo lo que pudiera pero también a aprender.

Me informé, creía que bastante, sobre cómo funcionaba en la patria de Shakespeare el sistema educativo y cuando llegué la sorpresa fue… como podría describirlo… ALGO DIFERENTE A TODO LO QUE IMAGINÉ. La idea de la estricta educación inglesa, esa imagen de seriedad y respeto… ES TODO FACHADA.

Inglaterra es el paraíso para un estudiante. Los profesores ven como un trabajo tan gratificante para los que de verdad amamos y disfrutamos la enseñanza puede convertirse en un infierno en el que las manos siempre están atadas.
Quiero dejar claro que siempre voy a hablar de mi experiencia y que como en botica, hay de todo, pero he contrastado experiencias con compañeros trabajando en la misma zona en la que yo estuve y no hay duda: EL SISTEMA INGLES, (al que se supone que los españoles queremos acercarnos) ES DE TODO MENOS UN EJEMPLO A SEGUIR.
Por supuesto no voy a aburrir con datos, estadísticas, tablas… yo os vengo a contar lo que se convirtió para mí en una auténtica carrera de obstáculos.

Llegué al sureste de Inglaterra, el 28 de Septiembre de 2008 y me asignaron tres colegios. Tres modos diferentes (pensé), de dar clase:
- Colegio privado femenino.
- Colegio privado masculino.
- Colegio estatal mixto.
Como se observará no pongo nombres ni menciono ningún lugar porque, en cierto modo, no me parece de buena educación, sobre todo teniendo en cuenta que a pesar de todo, estoy deseando volver para intentar cambiar un poco las cosas.

Cuando empecé con las clases la sorpresa fue que su nivel de español era nulo, incluso alumnos que llevaban dando clase tres años simplemente sabían decir BUENOS DIAS. ¡Para que nos quejemos del nivel de inglés de nuestros alumnos!!!
Dí clases a niños y niñas con edades comprendidas entre los 13 y los 18 años, la equivalencia con nuestra ESO y BACHILLER.
Una semana después de haber empezado a dar clase (en realidad me dediqué a presentarme y contarles un poco de donde venía) porque, por supuesto algunos no tienen ni idea de donde está España. He tenido que escuchar muchas veces la frase: “Yo he estado en España de vacaciones, en una provincia llamada Cuba”, porque para ellos Suramérica y España es lo mismo. Pero en fin, pedí que me dieran el libro de texto que debía seguir. Pues bien, no había libro de texto. Tenía que buscarme las habichuelas yo sola. No había un programa que seguir asi que cada dia era una sorpresa.

Y por supuesto, aunque las clases debian ser en español, era imposible, porque se me quedaban mirando como pensando “¿PERO QUE DIABLOS NOS ESTA DICIENDO ESTA MUJER?” Además la dificultad aumentó cuando descubrí que los ingleses no estudian nunca, nunca, gramática. Y no me refiero a gramática española; no conocen ni siquiera la suya. Cuando les hablaba de sujeto y predicado, de nombre, complemento directo, pronombre personal… no sabían lo que era.
Una vez pasados los primeros días, empecé a mezclarme con la vida escolar, con el día a día. El horario de un profesor no termina nunca: Se debe estar en el colegio a las ocho de la mañana y pueden dar las nueve de la noche y seguir allí. De echo, tenía compañeros que debían ir al colegio sábado y domingo por la mañana, al menos un par de horas. Para que luego nos quejemos aquí. Esto en cuanto a la rutina diaria.
Aunque acostumbrarme al horario de trabajo fue duro, tras el primer mes alcancé el ritmo y las cosas parecían asentarse. Así que acercándose las vacaciones de Navidad, pregunté que cuando serían los exámenes. Y de nuevo, otra sorpresa. En Inglaterra sólo se examina a los alumnos en mayo. Antes ni un solo test para comprobar como van. Se lo juegan todo a una carta. Asi que viendo que no podía ni siquiera mandar deberes, se trata de la ley del mínimo esfuerzo, ni hacer exámenes y que no había un libro que seguir, intenté tomármelo con filosofía y simplemente ver, oír y callar.

El curso ELE me ha servido, entre otras muchas cosas, para adquirir la capacidad, algo ya dormida, de reaccionar en ese momento en que parece que la clase se te va a ir de las manos, porque no hay guión que seguir, el alumno va marcando el ritmo y tener una mente rápida para saber lo que en cada momento se precisa es muy importante. La variedad de actividades que el curso propone es amplia y muy válida en este tipo de situaciones. Es cierto que comencé a estudiar porque necesitaba una titulación que me validara para enseñar español pensando que sabiendo enseñar inglés ya era suficiente, pero he descubierto muchas lagunas en cuanto a la enseñanza de mi propio idioma.

La locura llegó cuando tras las vacaciones de semana santa sólo nos quedaban unas tres semanas para preparar los exámenes orales. El estrés y la presión fueron muchos porque, es normal, querían hacer en menos de un mes lo que no habían hecho durante el resto del año. Pero de nuevo, otra sorpresa. Los exámenes de los cursos superiores para obtener el GCSE y el A LEVEL eran de risa. Básicamente constaban de unos dibujitos con una historia que contar sobre ello. Pero por supuesto y esto creo que va a sorprender a más de uno, los profesores les dimos las respuestas. Porque es así, a los alumnos se les da las preguntas de los exámenes y las respuestas. E, incluso así, algunos no aprueban.

En España, nos quejamos mucho del bajo nivel que tienen nuestros alumnos referente a idiomas, lo que desde mi punto de vista es obvio debido a los constantes cambios en las leyes educativas, la diferencia en cuanto a residir en una comunidad autónoma determinada... En esto los ingleses, aunque mal aplicado, nos superan ya que el examen es estatal, todos los alumnos se examinan de lo mismo y así el nivel de conocimientos puede valorarse objetivamente. Si en España hiciéramos eso, otro gallo nos cantaría.

Siempre he dicho que bastante bien nos va con lo poquito con lo que podemos contar y en eso sí observé diferencias en los centros ingleses. Las nuevas tecnologías están a la orden del día, lo único malo es que se usan deficientemente, tienen todo lo preciso para enseñar un idioma extranjero de una forma efectiva y no lo usan. Personalmente, haría maravillas con todo lo que ofrecen pero la tradición impera sobre la innovación.
Y, digo todo esto porque estoy cansada de escuchar que nuestros niños son los últimos de Europa en cuanto a lo que idiomas se refiere y de defenderlos pues ni ellos ni los profesores tenemos la culpa de un sistema educativo que mira más por la política que por la enseñanza en sí misma. En Inglaterra, es cierto que la educación se centra en el alumno, que se intenta que esté lo más cómodo posible y es un buen punto de partida aunque libertad no debería ser libertinaje. Por eso, ambos métodos educativos tiene muchas deficiencias que con el tiempo y profesionales que como yo aman realmente la enseñanza, lleguen a desaparecer e ir al colegio sea una experiencia verdaderamente enriquecedora.

En resumen, para mí, como profesora, la experiencia no me aportó nada en cuanto a nivel profesional, de hecho volví con la sensación de haber perdido un año porque el descontrol es tanto que si tuviera que explicar qué enseñé en ese año no sabría que responder. Un año entero para que los chavales supieran decir: me llamo… teniendo que leer textos poniendo acento británico, como si fuera del centro de Londres de toda la vida (a sugerencia de la directora del departamento de idiomas, que por cierto, pronunciaba “los oyos” en vez de “los ojos” porque nunca nadie la había corregido antes) porque de otro modo no entendían lo que se les decía.

Sin embargo, a nivel personal, he conocido a niños y niñas increíbles, que valen mucho y a los que no se les permite, en cierto modo, aprovechar su potencial. Gracias a ellos aguanté la presión, el no saber por donde tirar, no saber qué enseñar… ellos me explicaron tantas cosas… ellos en el fondo son los que hacían que ir al colegio no fuera tan duro y tan desconcertante.
A ellos se los dije, yo les enseñaba pero ellos me ensañaron mucho también.


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